El limbo...



Es la tarde y el domingo se desliza
por la escueta tangente de las almas
y de las horas ya muertas y enterradas.
Es tan sólo otro domingo que acentúa
esta abulia que de a poco me domina,
este tedio que renace como el Fénix
en el vértice más incierto de mi vida.

Con el último espasmo de cordura
quiero apearme de este día que se fuga.
Las veredas de mi barrio desmayado
se reencarnan como mundos delirados
que no cantan y tampoco ríen
porque lloran sus tristezas de la siesta
en la ochava más gris y más oscura
de este ignoto laberinto de los tiempos.