Cajita de cristal...


Tengo una cajita de cristal que es mi legado mejor. Guarda para mí todos los pasados que fueron futuro y que un día serán recuerdos por venir. Imágenes y voces. Emociones que van y que vuelven como en una rueda que gira, eterna, entre la vida y la muerte, entre la ausencia y la resurrección. Memorias que allí se quedaron, dejando filamentos de su paso por mi y a través de mí. Guardo también entre sus destellos de ocasión, mis propios momentos ya vividos y algunos retazos de luz y de sombra que se grabaron en esta película refractaria y volátil; en esta pantalla que muestra y que oculta; en este oráculo de implacables verdades y piadosas mentiras.

Tengo una cajita de cristal en la que yo misma me adentro de poco en poco. Fugaces retratos de vanidad perecedera, de felicidad efímera, de tristezas largas y de lágrimas que queman; de pavor profundo...

Tengo una cajita de cristal con un solo cristal, caprichoso y voluble, sobre el que se expanden y se internan las profundidades perpetuas y en el que cohabitan una multitud y todas las soledades en las extensas y difusas dimensiones de un espacio intangible y de un tiempo imaginario.

Tengo una cajita de cristal, sin música de metal ni bailarinas de plástico, donde fluyen en coro las voces amadas y danzan descalzas las almas que esperan sin prisa mi paso final.