Nunca supe despedirme...



Allí afuera anda, corre y habla; calla, ríe y llora, se disuelve la vida en las esquinas sombrías...
Aquí se aquieta la noche esperando que un día se aleje de mí tanta muerte y el espeso silencio de las voces de antaño.
De a poco se borran las risas pequeñas que guardaban tus fotos ¿o será que mis ojos ya no soportan la helada garúa de estas noches de ausencias?

Hoy no comprendo las voces de siempre que nombran mi nombre, las que olvidan llamarte de nuevo o las que nunca supieron decir otra cosa que no fuera lo obvio de ocasión...

Están los miserables que desbaratan los sueños y los que con sus sueños se fueron lejos. Tan lejos de mí que ya me lastima; fugaz parpadeo de la vida, profundo bostezo de la muerte.

Llegará otra mañana, es lo que dicen.
Llegará para qué, yo me pregunto...

Abriré los ojos y cerraré el alma. Tal vez así tu ausencia no duela tanto y haré de cuenta que sigo viva...