La mujer ausente...


Mis pasos no resuenan como antes, no son firmes ni seguros. No dejan huella ni marcan senderos. No sé incluso si están vivos...
Mi voz se pierde entre las sombras de estos cuartos tan vacíos y mis manos están frías y quietas, casi yertas...

Hay silencio en derredor.
Es la quietud de la soledad que va dejando tanta muerte, tanta ausencia repentina, tanto amor desperdiciado...

La muerte se ha robado hasta mi nombre, la dulzura que he sentido, lo más bello y la ternura...

Será mi turno algún día, alguna tarde, alguna vez...
Será la despedida y ya no temo...