Bolsito de los recuerdos...


Hay veces, instantes breves y fugaces, que la memoria me lleva a lugares casi perdidos en el tiempo. A pequeños gestos atesorados en ese olvido consentido entre el presente y el pasado. Ese olvido que es en realidad un pequeño arcón de los recuerdos, porque juego a que lo olvido pero en verdad es la estrategia que he inventado para protegerlos de miradas extrañas o de jugarretas crueles del destino.

La tristeza de hoy me sugirió volver al bolsito marrón donde guardo un puñado de recuerdos dulces, las virutitas de inocencia que los fríos vientos me limaron de la piel, la ternura que tuve en los labios y ese ínfimo punto luminoso que mi mirada dejó escapar...

Y me encontré alegre aún en mi eterna melancolía, con la esperanza latiendo en la sien y la sangre agitada impulsando a soñar lo que no me atrevía...
Y escuché mi risa sincera...
Y descubrí que mi mirada fue pura...
Y disfruté la levedad de aquellos pasos apurados...
Y me ruboricé por el beso que nos dimos, vírgenes del amor.

Sostuve todo en la palma de la mano, la extendí hacia el sol para entibiarlos y con la suavidad que precisa lo que es frágil y hermoso, los guardé otra vez en el pequeño bolso marrón de mis recuerdos...