El arcón de cristal...


Mucho se ha hablado de los espejos. 
Muchos han hablado de los espejos y de sus reales o imaginarias propiedades. De sus propiedades casi mágicas o poéticas...

Los espejos son un gran reservorio de imágenes y de realidades desconocidas o que nos pasan desapercibidas. Son como una suerte de arcón de cristal repleto de fotos del pasado o incluso de algún futuro próximo o lejano...
Fotos de hechos que recordamos perfectamente o que quedaron sepultados en el olvido más cruel. 
Fotos que aún no se han tomado y que sólo nosotros somos capaces de ver. Solamente nosotros tenemos el derecho de ver...

Es que los espejos guardan mi (nuestra) imagen esencial. La eterna y la que cada día y todas las mañanas es absolutamente diferente, aunque ante nuestros ojos pueda parecer la misma. Inamovible. 
Jamás soy la misma de un día para el otro. Ni siquiera, de un minuto a otro. 
Soy (somos) como una planta fotografiada durante días y cuyo crecimiento y cambios sólo podemos apreciar al reproducir las imágenes de manera acelerada.

El espejo guarda todo lo que sucede a mi alrededor o cuando estoy ausente. Cuando me presento delante de él la próxima vez baña mi cuerpo y mi espíritu con todo lo bueno, lo real e irreal, lo mágico y los extraños seres que pululan en mi mente, en mis recuerdos, en mis fantasías y en ese futuro que desconozco y que él se empeña en mostrarme simbólicamente. 

Todo está allí para mí. Para todos los que lo quieran ver…

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